jueves, 6 de febrero de 2014

"Meditación inspirada en un escrito de Mons. Oscar Romero"


Siempre es útil mirar las cosas a distancia y tomar cierta perspectiva. El Reino no es solamente el resultado de nuestros esfuerzos sino que va más allá de lo que alcanzamos a ver. Durante el tiempo de nuestra vida sólo logramos realizar una minúscula fracción de esa magnífica empresa que es la obra de Dios. Nada de lo que hacemos es completo, lo cual quiere decir que el Reino está siempre más allá de nosotros.
Ninguna declaración llega a decir lo que se debe decir.
Ninguna oración es capaz de expresar nuestra fe.
Ninguna confesión nos hace alcanzar la perfección.
Ninguna vivista pastoral puede aportarlo todo.
Ningún programa puede abarcar la totalidad de la misión de la Iglesia.
Ninguna lista de metas y objetivos incluye todo lo que se podría lograr.
Esto es lo que nos corresponde.
Plantamos semillas que un día crecerán.
Regamos semillas que ya han sido plantadas., sabiendo que encierran futuras promesas.
Ponemos los cimientos de lo que después crecerá.
Echamos levadura que producirá mucho más de lo que somos capaces.
No podemos hacerlo todo, y esto nos da un sentido de libertad a la hora de actuar.
Nos capacita para hacer cualquier cosa y hacerla bien.
Podrá ser incompleta, pero es un comienzo, un paso más en le camino, una oportunidad para que la gracias del Señor venga y haga el resto.
Puede que nunca veamos los resultados finales, pero ésta es la diferencia entre el maestro de obra y el obrero.
Somos obreros, no maestros de obra; ministros, no mesías. Somos profetas de un futuro que no nos pertenece. Amén.


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