En este día les quiero compartir una reflexión de Eduardo Galeano a propósito del fútbol. Disfrútenla.
EL FIN
DEL PARTIDO
(Eduardo
Galeano)
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Rueda la
pelota, el mundo rueda. Se sospecha que el sol es una pelota encendida, que
durante el día trabaja y en la noche brinca allá en el cielo, mientras trabaja
la luna, aunque la ciencia tiene sus dudas al respecto. En cambio, está
probado, y está probado con toda certeza, que el mundo gira en torno a la
pelota que gira: la final del mundial 94 fue contemplada por más de dos mil millones de personas, el público más numeroso de cuantos se han reunido a lo
largo de la historia de este planeta. La pasión más compartida: muchos
adoradores de la pelota juegan con ella en las canchas y en los potreros, y
muchísimos más integran la tele platea que asiste, comiéndose las uñas, al
espectáculo brindado por veintidós señores en calzoncillos que persiguen la
pelota y pateándola le demuestran su amor.
Al final
del mundial del 94, todos los niños que nacieron en Brasil se llamaron Romario,
y el césped del estadio de los Ángeles se vendió en pedazos, como una pizza, a
veinte dólares la porción. ¿Una locura digna de mejor causa?¿Un negocio vulgar
y silvestre?¿Una fabrica de trucos manejada por sus dueños? Yo soy de los que
creen que el fútbol puede ser eso, pero es también mucho más que eso, como
fiesta de los ojos que lo miran y como alegría del cuerpo que lo juega. Un
periodista pregunto a la teóloga alemana Dorothee Solle: --¿Como explicaría
usted a un niño lo que es la felicidad? -- No se lo explicaría -- respondió --
le tiraría una pelota para que jugara.
El fútbol
profesional hace todo lo posible para castrar esa energía de felicidad, pero
ella sobrevive a pesar de todos los pesares. Y quizás por eso ocurre que el
fútbol no puede dejar de ser asombroso. Como dice mi amigo Angel Ruocco, eso es
lo mejor que tiene: su porfiada capacidad de sorpresa. Por más que los
tecnócratas lo programen hasta el mínimo detalle, por mucho que los poderosos
lo manipulen, el fútbol continua queriendo ser el arte de lo imprevisto. Donde
menos se espera salta lo imposible, el enano propina una lección al gigante y
un negro esmirriado y chueco deja bobo al atleta esculpido en Grecia.
https://www.rfi.ro/emisiunile-rfi-ro-45854-ce-am-ratat-calificarea-mondialul-brazilia |
Un vacío
asombroso: la historia oficial ignora al fútbol. Los textos de historia
contemporánea no lo mencionan, ni de paso, en países donde el fútbol ha sido y
sigue siendo un signo primordial de identidad colectiva. Juego, luego soy: el
estilo de jugar es un modo de ser, que revela el perfil propio de cada
comunidad y afirma su derecho a la diferencia. Dime como juegas y te diré quien
eres: Hace ya muchos años que se juega al fútbol de diversas maneras,
expresiones diversas de la personalidad de cada pueblo, y el rescate de esa
diversidad me parece, hoy día, más necesario que nunca. Estos son tiempos de
uniformización obligatoria, en el fútbol y en todo lo demás. Nunca el mundo ha
sido tan desigual en las oportunidades que ofrece y tan igualador en las
costumbres que impone: es este mundo de fin de siglo, quien no muere de hambre,
muere de aburrimiento.
Desde
hace años, yo me he sentido desafiado por el tema, memoria y realidad del
fútbol, y he tenido la intención de escribir algo que fuera digno de esta gran
misa pagana, que tantos distintos lenguajes es capaz de hablar y tan
universales pasiones pueden desatar. Escribiendo, iba a hacer con las manos lo
que nunca había sido capaz de hacer con los pies: chambón irremediable,
vergüenza de las canchas, yo no tenia mas remedio que pedir las palabras lo que
la pelota, tan deseada, me había negado.
De ese desafío, y de esa necesidad de expiación,
nacieron estos textos. Homenaje al fútbol, celebración de sus luces, denuncia
de sus sombras. Yo no sé si ellos son lo que han querido ser, pero han
crecido dentro de mí y han llegado ya a su último minuto y ahora, ya nacidos,
se ofrecen a ustedes. Y yo me quedo con esa melancolía irremediable que todos
sentimos después del amor y al final del partido.
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